sábado, 22 de noviembre de 2014

Los ojos del mar.

Soy el hijo de Caín y la marca es mi gloria. Soy el hijo de Caín y huí donde el cielo y la montaña se encuentran, donde la mar lanza sus estertores de ira contra la tierra y fue ahí, donde el fin del mundo se abrazaba con el astro rey cuando me hundí  Me hundi, en una tormenta de tierra, agua y fuego, me vi cubierto del polvo de mis ancestros, de la mar de mis sueños y del fuego de los hijos de Caín, me fundi con las esperanzas de miles de personas, fui uno con todos sus corazones ahorcados y vi sus rostros ensangrentados... Cuando la tormenta ceso, cuando las luces de la boveda iluminaron mi última noche, surgi de la nada por última vez. 

Mis huesos quebrados soldaron con la sal de la mar, mi alma fue cosida con cada leve brisa, mis ojos recuperaron el color con la sangre de los olvidados. Soy el hijo de Caín, el último mensajero, yo volví del fin del mundo y volví con los ojos bien abiertos.


"En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante"

miércoles, 28 de mayo de 2014

Descripción de un vástago.

El señor vio mi aflicción y me ha regalado el amor de un hombre. El primogénito de Lea vino a mi una noche de verano y no dude en besarle. El primogénito de Lea se parte en mil cada vez que fijo mi mirada en su boca, pero no soporta mis caricias ante la mirada de sus once deudos, ni ante Jacob, ni ante la pobre y desangelada Lea. 

Solo era suyo en las oscuras cuevas de neón, donde no cabía la palabra ni la mirada de Dios por su puerta, donde lo sórdido se mezclaba con lo sacro, donde los hombres dejaban de tener nombre y rostro y donde ríos de licores lloraban por sus paredes. Así me quería él.

Ese fue el regalo por mis años de tormento, ese se suponía que iba a ser el caballero que cruzase el gran desierto salado por mi, quien derribase los muros del Kabbala y quien llegase a mi eterno huracán, para mirarme y formular aquello que llevo esperando tantos años: 'Nunca más'. Ese se suponía que seria mi anhelado tesoro...

Tantas veces se refugio en mis brazos, tantas veces recurrimos a sórdidos cuartos, tantas veces la luz del sol nos cegó tras nuestras noches, que siempre olvidaba que en el fondo para el primogénito de Lea, para la dignidad y la fuerza de Jacob, solo era la deshonra de su familia, una mancha que siempre habría de olvidar al bañarse de luz el mundo exterior.

Era la inmunda Bilhá que le arrebato todo su cariño, poder y afecto. Soy la gran prostituta de sus penas, un simple hombre con el que saciarse por las noches, con el que vengar sus años frustrados y su mirada temerosa. Era esa mirada triste con la que siempre le miraba cuando nuestro amor tocaba a su fin.

Cuando los hombres del crepúsculo pueblan la ciudad, siempre ora sus mismas plegarias hacia mi torso desnudo. Mientras tanto cuando le veo, me pierdo, intento solo ser todo cuerpo, intento no matarme en litros de alcohol y desesperación.

El hijo de Dios quiere acabar lo que su padre hace años empezó.



"Dadme el silencio, el agua, la esperanza."

viernes, 16 de mayo de 2014

Huracán.

Hoy he vuelto a esta tierra de nadie. 

Hoy he vuelto porque al girar el pomo, me he encontrado algo nuevo, algo viejo. Un simple e inmenso huracán. Tal vez siempre estuvo ahí, forjándose desde mi mas tierna infancia, viéndome vivir, creciendo con mis pesares, glorificándose con mis derrotas. Tal vez por ello todos mis recuerdos tienen siempre ese matiz tan gris.

Compruebo como todo se funde en su colosal seno, cómo el huracán acaba con todos y con todo. No queda nada, tan solo un inmenso desierto de sal, tierra y agua tras su paso. Veo como todo se vuelve en mil pedazos y se reconstruye ante esa mole de aire, que parece carcajearse de mi en cada batida.

Pero nunca llega, solo gira y gira alrededor mía, sin ni siquiera contemplarse acabar conmigo. Le resultará mas gratificante fijar su mirada en mi atónita cara, al observar como acaba con todo recuerdo, toda vida, todo amor.

Yo seguiré consumiéndome durante lustros, hasta que tal vez, algún día hastiado de confinarme entre sus etéreos barrotes, decida dar un paso fuera del cuarto y luego otro y luego otro y luego otro... y me sumerja en su manto y me funda con la memoria de todos aquellos a los que he amado.

Esta noche a un paso del inmenso huracán vuelvo a ser un hijo de Caín, siempre solo, siempre frió, siempre doliente. Y siempre con ese mismo rezo: que el viento barra mis penas, que el hielo amanse mis dolores, que el fuego queme mis recuerdos y que de la tierra, algún día, brote algo nuevo, algo bueno.




"Mira sus ojos. No sabe reír".

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Las bestias del fin del mundo.

El fin del mundo no se esconde tras un amanecer bañado en sangre, no se oculta tras una multitud gritando histérica en plena plaza, ni en una familia alrededor de la radio donde se da paso a la cuenta atrás. El fin del mundo radica en una misera caricia. Todo tiembla bajo su paso, cual catedral en plena sacudida, se rompen las vidrieras de mis ojos, los pilares que sostienen este cuerpo se desmoronan, se resquebraja el suelo de mis pies, nada vuelve a ser lo mismo, todo se derrumba y vuelve a nacer, el ciclo del hijo de Caín se cierra.

El despertar del hombre, surge tras el fin de su mundo, se levanta y contempla un cuerpo destrozado tras observar que nuevamente, todas las esperanzas puestas en esa misera caricia, no valen nada. Amanece en su nuevo mundo postapocaliptico, pero no hay muertos, ni un sordo silencio, ni una mañana gris enlutada, todo sigue igual, todo excepto él. Se pregunta nuevamente, que ha hecho mal... quién es él, por qué esta aquí. Intenta dar explicación a su desconsuelo rememorándose una y otra vez esos miles de seudónimos  puestos en la soledad de su fría caverna. Rememora... soy el hijo de Caín, el último mensajero, el hombre del polvo, exclama que nadie puede hacerle llorar, que nada puede romperle más, porque no se rompe lo quebrado. 

Se abre la veda entonces, desecha una oportunidad más, desecha una esperanza mas, una vida, unas noches en su compañía, los desecha porque jamás serán sus noches, si no las de él. Puede volver a hacerlo, puede sucumbir a la soledad y dejarse arrastrar a su lado, puede esperar que el tiempo haga de ese hombre, su nuevo amor, puede esperar... Pero lleva esperando toda una vida, lleva durmiendo en un sueño de esperanzas, amores vacíos y huesos quebrados. Ya va siendo hora de despertar.

Otro llega, igual que los demás, tal vez su despertar, seguramente lo sea. Hablan, se conocen, se ven, se miran, algo sigue sin funcionar, le besa, todo se vuelve a romper. El ciclo se vuelve a cerrar. 

Un hombre abocado a contemplar su destrucción cada noche, un hombre cuyo fin se cierne sobre él cada vez que se pone el Sol, cuando llega la fría y extraña noche, no es más que sangre y dolor, siempre sangre y dolor. Y vuelve a amanecer y se vuelve a cubrir de pieles, sabiendo que esa misma noche, como otras tantas desde el día que llego cubierto de polvo y gritos, será su fin. 

La noche azul al final ha caído, vuelve a ser el final del vástago de Caín. Solo quedara esperar al Sol...




"¿Quién besará mis ojos para darles la luz?"


viernes, 26 de abril de 2013

Eremita.

No es costumbre que nadie nazca con unos ojos tan verdes, ni un pelo tan rojo, ni un alma tan curtida en esta yerma tierra, pero así fue. Era uno de esos incómodos días de Octubre en donde las nubes cargadas de iracundas gotas sitiaban el cielo de la urbe, mientras esperábamos impaciente que soltasen todo su devastador tonelaje. Y la primera gota la hizo gritar y todas las nubes acobardadas ante esa masa de piel, sangre y polvo que se avecinaba, huyeron en bandada para no volver.

La vi nacer. Yo tampoco era más grande que la mochila que llevaba Alí todo los días al colegio, pero recuerdo demasiadas cosas de aquel día, como esa incesante procesión de regalos, flores y globos que tanto extenuaban a su madre, mientras ella con ese aire de soberbia, con los ojos abiertos de par en par, se dedicaba a mirar y a juzgar a todas aquellas almas que hubiesen osado enturbiar su paz y el de los brazos que la acunaban. 

Alí dice que nunca la vio llorar, que todo lo solucionaba a base gritos, aunque estos fuesen mudos. Cuando estaba cabreada te miraba, fijaba su vista en tu misera pupila y podías ver esa alma victoriosa en mil batallas y todas esas fieras que encadenadas en esa espiral de llamas estaban a punto de asediarte, de desgarrarte, de acabar con tu misera existencia. No había quien la dijese nada, ni aquel barbudo osó exigirla que se pusiera el velo.

Era curioso verla arrastrar esa falda con esa desidia, con esa desgana e insolencia, sin zapatos, sin pañuelo, viendo como ondeaba su pelo al viento. Cuando el invierno acababa y el fulgor volvía a asolar la ciudad, jurabas verla arder. A cada paso hacia más desierto, el desierto. Decían que era una bruja, una enviada de Satán, que nadie que naciese con el pelo tan rojo y unos ojos tan verdes podía ser humana.

Pero toda mujer crece, toda, por muy rojo que tenga el pelo, por muy verdes que sean sus ojos y por muy indómita que sea su alma y cuando creces, de esa yerma tierra brotan inmensas florestas de barrotes.Yo me fui, mucho antes de que esto pasará, pero Alí lo escribió en una carta que deje que su pelo devorará. Un día la quisieron casar. No era un gran hombre, uno de esos paletos que se dedican a dejarse barba y a rezar sus cinco oraciones diarias. No sabia más de aquello que le habían contado los hayyis del pueblo, ni siquiera sabia leer y le querían casar con la mismísima Leviatán. Pensé que nunca abandonaría el desierto, pensé que sus pies se habían anclado a esas dunas que tanto visitaba, que su alma la pertenecía a la Luna de tanto mirarla y que su aliento era uno con la brisa vespertina. El abuelo siempre decía que nosotros no somos hijos de nadie, que ninguna tierra jamás será la nuestra, que somos los eternos errantes. Pensaba, cada vez que la veía una con el polvo, que esta vez se equivocaba. Iluso de mi...

Se llevo la única mula de la abuela. Fue una noche en la que la dunas se aplanaron, en la que la brisa se marchito de añoranza y la luna azarosa se escondió y no volvió a salir. Los hayyis siguieron la estela de los cascos, hasta que decidieron que la arena la había devorado. No se supo mas de aquella cuyos ojos terminaron con el poder de los hombres. A veces me la imagino, vagando por Lot, lejos de la tumba del santo y de la temible ciudad del polvo, despidiéndose de cada grano arena, de cada mota de polvo, de cada insecto y palmera y me pregunto si fueron sus lágrimas las que tras tantos años devolvieron de nuevo la lluvia a la ciudad.



"Ella dice que deberían llegar a vivir como lo hacen, 
con el cuerpo cansado en un desierto"

domingo, 7 de abril de 2013

ibn Caín.

Soy el hijo de Caín, el hijo del eminente asesino. 

Soy el heredero de su marca, soy la piel morena de su pecado, soy el heredero de su cruel castigo:

- Criarle en el desierto y que su marca se extienda a medida que su alma muera - Cubierto estoy de polvo de las dunas y del olor de los oasis. Cubierto estoy de la muerte del camello y de la siniestra sonrisa del padre.

- Casarle con una mujer y que su marca se extienda a su descendencia - No hay mujer, no hay hijos, no hay herederos,ni primogénitos. Fui el fin de Caín y de su marca, conmigo acaba la estirpe, conmigo termina su cruel expiación. La del alma pía no tuvo tanta suerte, su destino era la rojiza luz del oriente poniéndose y no el óbito de sus ojos verdes.

- Sacrifica tu más amado tesoro a tú único Dios - y él me sacrifico a mí. Soy el hijo de Caín, el hombre que asesino a su hijo en pos de su verdadero señor. Soy el cadáver del inmundo hijo de Caín, el de la piel morena y el de los huesos flacos, el de la mirada perdida y los pies rotos. Soy el hijo de Caín y soy la muerte del primer mensajero.

- Vaga perdido por el mundo y vuélvete loco entre ridículas visiones - soy un crío que vio su mirada de asesino. Soy un crío que vio sus crueles manos actuar, sus ojos de locos, sus ensoñaciones de palmeras en mitad del desierto, de mujeres con velo y de hombres colgados bajo la sombra de la negra Kaaba, su tawaf a lo imposible, su reunión con su inhumano Dios, sus golpes, sus gritos. Soy el hijo de Caín y he visto la crueldad de los hombres.

- Fallece solo - soy el heredero de su destino, soy el peor de los hombres y he aquí mi peor castigo. Ni la soledad del padre, ni la muerte del hijo, ni los pies quemados del desierto, ni las lagrimas de yagas en las entrañas, ni sus ojos de jade rotos, he aquí mi peor sino. La crueldad de su Dios no conoce la paz, ni de los hombres de mi vida, crujiendo las frágiles tablas de la cordura.

- Y al final de todo ¿Quién se acordara de ti? - de la marca de Caín solo quedar el polvo, el polvo negro de la roca de Abraham. Y viviré eternamente en el viento, desconocido, ausente, nunca querido, ni recordado. Estaré en la luz del amanecer de todas aquellas camas, medio desechas, dónde dos desconocidos se dan calor en su terrible soledad; estaré en el viento de la noche, reflejado por los neones que iluminen las estrechas calles llenas de hombres ausentes, veré su mirada perdida, sus ojos de nada y su tierna alma quebrada; estaré en los últimos rayos del atardecer, vigilando el mirador del templo, cuándo otros hermanos de raza arrodillados ante la terrible ciudad, supliquen a sus temibles dioses, vehemencia una vez más. 

Veré nacer a otro hijo de Caín, otro crió sin patria, otro con los huesos quebrados,otro con la infancia robada, otro con los estragos de la marca, otro con la locura y este cruel vació en los ojos. 

Veré como el ciclo se repite, como siempre se ha repetido, como cada noche, cada tarde y cada día, nace un nuevo e infausto, hijo de Caín.



"В томленьях грусти безнадежной"


sábado, 9 de marzo de 2013

Cuándo los cuervos asolen la ciudad.

Cuándo los cuervos asolen la ciudad, verás salir lúgubre de mi boca, una mordaz sonrisa.Cuándo el cielo se torne negro y no haya ya mas astro rey ni dichosa Luna que ilumine la inmunda capital, sabre que tu alma ya no guarda esperanza alguna. Cuándo una tempestad de plumas atezadas, cubran el poso de tu alma, de mi pecho brotaran todas las flores negras que tu mente sea capaz de imaginar.

Los cuervos batirán sus endebles alas en pos de la libertad, a pesar de que esta raza, esta vieja estirpe, caiga presa de su horrible aletear. Ya no quedará más paz para la urbe, no se escuchará ni un solo gemido, las calles permanecerán vacías, los parques se verán abandonados, meciéndose los pobres columpios, por el solo vaivén del viento al pasar. Se verán ultrajados nuestros queridos coches, ridículamente abiertas sus puertas de par en par, pobres de nosotros, ya no escucharemos ese delicioso ruido infernal, nada mas despertar.

El cielo ha sido poblado con su dantesco espectáculo, se cernió sobre nosotros una eterna noche abisal. No vimos la luz en siglos, solo nos refugiamos de su horrendo marchar. Todas las bibliotecas abandonadas, todas las tiendas saqueadas. Cuando los cuervos asolen la ciudad, al fin, podremos respirar en paz.

Sus picos quebraron nuestras almas, nos despojaron de lo poco que nos quedaba de humanidad, nos convirtieron en meros espectros sin moral. No hubieron más cálidas sonrisas, no hubieron más abrazos en mitad del alma, no hubieron más eternas miradas en la mañana, ya no quedo mas nada... Esos malditos cuervos nos robaron lo único que realmente importaba.

Y aún así  te veré. Aún con el cielo poblado de esos cetrinos cuervos, aún con toda nuestra humanidad pudriéndose bajo una eterna sombra, aún imbuido en un infierno sin una misera anima cabal, te veré, todas las noches, cuando extenuado de sobrevivir, me recoja en mi otro mundo, en mi mundo sin cuervos, en mi mundo contigo. En aquel sencillo e insignificante mundo al que solíamos llamar, nuestra cama.

¿Qué será de mi, cuándo te vea mañana?


"Mata a mis demonios, y mis ángeles morirán también."