miércoles, 12 de septiembre de 2012

La soledad del primogénito.

Hoy es mi cumpleaños. Hoy es mi cumpleaños y no he conseguido pegar ojo.

Un día como hoy, mi destino se forjo en esa pequeña habitación de aquel destartalado hospital. Primogénito en todos los sentidos, soy el primer hijo de mi madre, el primer sobrino de todos mis tios, el primer nieto de mi abuelo. Yo era quien debería traerle la honra perdida a la familia, era la luz de un nuevo mundo, era la esperanza de sus marchitas ilusiones.

A unos deberia entregarles su riqueza perdida, a otros la fama nunca alcanzada y seguir procreando para que nuestra vieja estirpe, enferma y demacrada consiguiese alcanzar de nuevo la honra y el poder perdidos.

Soy hijo de un militar, sobrino de un clérigo y nieto de un terrateniento. Soy el varón deseado, soy aquel con quien todos habian soñado. Soy esa mirada vacia, esa figura destrozada, ese cabello marchito. Soy en lo que me han convertido, soy un hijo de la soledad, soy un desterrado de mi patria, un miserio crio sin hogar. 

Y todo porque jamás quise amar a quien debia... Y todo porque una mañana supe que en el fondo no era como ellos. Me deje llevar por el vetusto deseo de este alma herida de encontrar alguna lejana y sola estrella donde verter todo este candente amor. Desde entonces viví esclavo de sus hipócritas tradiciones, vivi esposado a la vieja roca de la Kabbalah, atado con la cinta blanca del tocado del clérigo, bajo los pies de la gran mezquita. 

La Ciudad del Polvo, sello mi destino, marco la impronta de Caín en mi lánguida piel, extendiéndose por todo mi cuerpo, recubriendo cada poro, cada esquina, cada sutil rincón. ¡Qué fue de todos sus deseos y anhelos! ¡Qué fue del hijo prodigo! Marchito caballero, que lucharía contra todos sus horribles fantasmas, venciendo el miedo al olvido y al deshonor.

Hoy es mi cumpleaños y la soledad del primogénito se acentúa en estos secos ojos cada vez más inexpresivos, cada vez más vacíos, cada vez más sin dueño. Y se marchita la mirada y con ella el corazón que le hace latir y con él, el espíritu que lo hizo surgir. La soledad del primogénito, cual espina que crece con la hiedra, me rodea, me envenena, me constriñe y me hiere.

Hoy es mi cumpleaños y poco me importa ya.




''Tendrás mis ojos de nada incrustados 
en tu huérfana presencia''