miércoles, 28 de mayo de 2014

Descripción de un vástago.

El señor vio mi aflicción y me ha regalado el amor de un hombre. El primogénito de Lea vino a mi una noche de verano y no dude en besarle. El primogénito de Lea se parte en mil cada vez que fijo mi mirada en su boca, pero no soporta mis caricias ante la mirada de sus once deudos, ni ante Jacob, ni ante la pobre y desangelada Lea. 

Solo era suyo en las oscuras cuevas de neón, donde no cabía la palabra ni la mirada de Dios por su puerta, donde lo sórdido se mezclaba con lo sacro, donde los hombres dejaban de tener nombre y rostro y donde ríos de licores lloraban por sus paredes. Así me quería él.

Ese fue el regalo por mis años de tormento, ese se suponía que iba a ser el caballero que cruzase el gran desierto salado por mi, quien derribase los muros del Kabbala y quien llegase a mi eterno huracán, para mirarme y formular aquello que llevo esperando tantos años: 'Nunca más'. Ese se suponía que seria mi anhelado tesoro...

Tantas veces se refugio en mis brazos, tantas veces recurrimos a sórdidos cuartos, tantas veces la luz del sol nos cegó tras nuestras noches, que siempre olvidaba que en el fondo para el primogénito de Lea, para la dignidad y la fuerza de Jacob, solo era la deshonra de su familia, una mancha que siempre habría de olvidar al bañarse de luz el mundo exterior.

Era la inmunda Bilhá que le arrebato todo su cariño, poder y afecto. Soy la gran prostituta de sus penas, un simple hombre con el que saciarse por las noches, con el que vengar sus años frustrados y su mirada temerosa. Era esa mirada triste con la que siempre le miraba cuando nuestro amor tocaba a su fin.

Cuando los hombres del crepúsculo pueblan la ciudad, siempre ora sus mismas plegarias hacia mi torso desnudo. Mientras tanto cuando le veo, me pierdo, intento solo ser todo cuerpo, intento no matarme en litros de alcohol y desesperación.

El hijo de Dios quiere acabar lo que su padre hace años empezó.



"Dadme el silencio, el agua, la esperanza."

viernes, 16 de mayo de 2014

Huracán.

Hoy he vuelto a esta tierra de nadie. 

Hoy he vuelto porque al girar el pomo, me he encontrado algo nuevo, algo viejo. Un simple e inmenso huracán. Tal vez siempre estuvo ahí, forjándose desde mi mas tierna infancia, viéndome vivir, creciendo con mis pesares, glorificándose con mis derrotas. Tal vez por ello todos mis recuerdos tienen siempre ese matiz tan gris.

Compruebo como todo se funde en su colosal seno, cómo el huracán acaba con todos y con todo. No queda nada, tan solo un inmenso desierto de sal, tierra y agua tras su paso. Veo como todo se vuelve en mil pedazos y se reconstruye ante esa mole de aire, que parece carcajearse de mi en cada batida.

Pero nunca llega, solo gira y gira alrededor mía, sin ni siquiera contemplarse acabar conmigo. Le resultará mas gratificante fijar su mirada en mi atónita cara, al observar como acaba con todo recuerdo, toda vida, todo amor.

Yo seguiré consumiéndome durante lustros, hasta que tal vez, algún día hastiado de confinarme entre sus etéreos barrotes, decida dar un paso fuera del cuarto y luego otro y luego otro y luego otro... y me sumerja en su manto y me funda con la memoria de todos aquellos a los que he amado.

Esta noche a un paso del inmenso huracán vuelvo a ser un hijo de Caín, siempre solo, siempre frió, siempre doliente. Y siempre con ese mismo rezo: que el viento barra mis penas, que el hielo amanse mis dolores, que el fuego queme mis recuerdos y que de la tierra, algún día, brote algo nuevo, algo bueno.




"Mira sus ojos. No sabe reír".