sábado, 19 de marzo de 2011

Amor Gay

Anoche, volví a leer aquella miserá página del gran Pérez Reverte. Anoche, volvieron a mi tantos recuerdos encapsulados en unas simples lineas.

Para todos aquellos que siempre desearon ser aquella pareja en Venecia.

(Lo siento por no escribir, poco hay que contar ya.)

Lna.


''Nunca antes me había fijado en la cantidad de parejas homosexuales que se ven paseando por Venecia. Los encuentras caminado por los puentes, a la orilla de los canales, cenando en los pequeños restaurantes del casco viejo. No suele tratarse de dúos espectaculares, sino todo lo contrario: gente discreta, tranquila, a menudo con aspecto educado. Mirando a los demás aprendes cantidad de cosas, y en el caso de estas parejas siempre me encanta sorprender sus gestos comedidos de confianza o afecto, el reparto convencional de roles que suele darse entre uno y otro, la ternura contenida que a menudo sientes flotar entre ellos, en su inmovilidad, en sus silencios.

Pensaba en todo eso el otro día, a bordo del vaporetto que cubre el trayecto de San Marcos al Lido. Sobre la laguna soplaba un viento helado, los pasajeros íbamos encogidos de frío, y en un banco de la embarcación había una pareja, hombre y hombre, cuarentones, tranquilos. Se sentaban muy juntos, apoyado discretamente un hombro en el del compañero, en un intento de darse calor. Iban quietos y callados, mirando el agua verdegris y el cielo color ceniza. Y en un momento determinado, cuando el barco hizo un movimiento y la luz y la gama de grises del paisaje se combinaron de pronto con extraordinaria belleza, los cambiar una sonrisa rápida, fugaz, parecida a un beso o una caricia.

Parecían felices. Dos tipos con suerte, pensé. Aunque sea dentro de lo que cabe. Porque viéndolos allí, en aquella tarde glacial, a bordo del vaporetto que los llevaba a través de la laguna de esa ciudad cosmopolita, tolerante y sabia, pensé cuántas horas amargas no estarían siendo vengadas en ese momento por aquella sonrisa. Largas adoslescencias dando vueltas por los parques o los cines para descubrir el sexo, mientras otros jóvenes se enamoraban, escribían poemas o bailaban abrazados en las fiestas del Instituto. Noches de echarse a la calle soñando con un príncipe azul de la misma edad, para volver de madrugada, hechos una mierda, llenos de asco y de soledad. La imposibilidad de decirle a un hombre que tiene los ojos bonitos, o una hermosa voz, porque, en vez de dar las gracias o sonreír, lo más probable es que le parta a uno la cara. Y cuando apetece salir, conocer, hablar, enamorarse o lo que sea, en vez de un café o un bar, verse condenado de por vida a los locales de ambiente, las madrugadas entre cuerpos Danone empastillados, reinonas escandalosas y drag queens de vía estrecha. Salvo que alguno -muchos- lo tenga mal asumido y se autoconfine a la alternativa cutre de la sauna, la sala X, la revista de contactos y la sordidez del urinario público.

Desaforadamente a esta sociedad hipócrita, obsesionada por averiguar, juzgar y condenar con quién se mete, o no se mete, en la cama. Envidio la ecuanimidad, la sangre fría, de quien puede mantenerse sereno y seguir viviendo como si tal cosa, sin rencor, a lo suyo, en vez de echarse a la calle a volarle los huevos a la gente que por activa o por pasiva ha destrozado su vida, y sigue destrozando la de los chicos de catorce o quince años que a diario, todavía hoy, siguen teniéndolo igual que él lo tuvo: las mismas angustias, los mismos chistes de maricones en la tele, el mismo desprecio alrededor, la misma soledad y la misma amargura. Envidio la lucidez y la calma de quienes, a pesar de todo, se mantienen fieles a sí mismos, sin estridencias pero también sin complejos, seres humanos por encima de todo. Gente que en tiempos como éstos, cuando todo el mundo, partidos, comunidades, grupos sociales, reivindica sus correspondientes deudas históricas, podría argumentar, con más derecho que muchos, la deuda impagada de tantos años de adolescencia perdidos, tantos golpes y vejaciones sufridas sin haber cometido jamás delito alguno, tanta rechifla y tanta afrenta grosera infligida por gentuza que, no ya en lo intelectual, sino en lo puramente humano, se encuentra a un nivel abyecto, muy por debajo del suyo. A veces pienso en lo afortunado, o lo sólido, o lo entero, que debe de ser un homosexual que consigue llegar a los cuarenta sin odiar. Pensaba en todo eso mientras el barquito cruzaba la laguna y la pareja se mantenía inmóvil, el uno contra el otro, hombro con hombro. Y antes de volver a lo mío y olvidarlos, me pregunté cuantos fantasmas atormentados, cuántas infelices almas errantes no habrían dado cualquier cosa, incluso la vida, por estar en su lugar.


Por estar allí, en Venecia, dándose calor en aquella fría tarde de sus vidas.''

martes, 1 de marzo de 2011

Yo y su mundo.

Un instante lo puede cambiar todo.

Un mero instante puede hacer que tu mundo se derrumbe ante ti, ese mero instante puede poner al mundo entero en tu contra, ese instante puede lanzarte a un precipicio, ese instante hace que dejes de practicar tu fe... Ese instante en el que te levantas y asimilas lo que eres, ese instante en el que por primera vez en el espejo te ves como realmente eres. Ese instante en el que te das cuenta que eres gay, ese instante en el que te das cuenta de que eres el primer musulman gay que has conocido, ese instante en el que te das cuenta que difícilmente llegaras a ser feliz, que el destino siempre te hará elegir entre tu familia, los valores que siempre has seguido, tu mundo, tu cultura o un supuesto amor, que con el mayor de los miedos, llevas años esperando.

Pocas veces hablo de mí en este blog, suelo contaros mis amores y desventuras con todos los hombres que pasan por mi vida, pero creo que sabéis bien poco de mi. Aunque si os soy sincero, dudo que os llegue interesar quien soy o dejo de ser, pero necesito decírselo a alguien, aunque sea a un pervertido nocturno, que buscando porno o un blogero aburrido que por casualidad llegan a encontrar este reducto de libertad que es mi blog. No quiero morir sin que alguien sepa quien es realmente La Noche Azul.

Soy, como me gusta llamarme, un ciudadano del mundo, por mis venas corren sangres de tantos países, desde la rusa, hasta la turca, que no creo que tenga un ''raza'' clara. Si, soy alguien un poco especial en ese sentido. Me críe en un país islámico, aún así no puedo negar que mi infancia no fue feliz, porque sería mentira, pase mi niñez corriendo por el jardín de mi abuelo, entre las numerosas y diversas flores que el anciano cuidaba con mimo y esmero... Como echo de menos ese jardín.

Con unos cuantos años, mis padres quisieron irse de allí, agobiados por un régimen dictatorial, que les perseguía, manipulaba e insultaba. Y de pura casualidad llegamos a España. Siempre vivimos en la misma ciudad gris donde estoy pasando mi juventud.Y con ellos trajeron sus valores, sus tradiciones, su cultura, que me inculcaron desde siempre.

Unos valores, unas tradiciones, una cultura que choca opuestamente con todo lo que soy. Unos valores con los que llevo una vida luchando, unas tradiciones que jamás entenderé y una cultura que tristemente veo como en pasado fue tan liberar y abierto, irónicamente, ahora es tan cerrada y homofóbica.

Pase años sin saber que me pasaba, porqué sentía lo que sentía por ellos. Porque sentía eso por Nicolás (sí, creo que es la primera vez que me atrevo a poner un nombre de verdad). Nico, mi primer amor. Eramos los mejores amigos cuando íbamos a sexto de primaria. No había quien no separase. Cuantas tardes pasamos en aquel parque. No entendí que fue lo que tanto me molesto que Tanía le besase, ahora lo comprendo todo.

Y a partir de que llegara Nicolás a mi vida, nunca volví a ver a mis 'amigos' de la misma forma, y para justificar mí... como llamarlo... ¿exceso de cariño? hacía ellos, buscaba las más variopintas enfermedades, como fue la de una supuesta hiperempatía, que me hacía querer más de lo normal a mis amigos... Ahora su mero recuerdo hace que me entre la risa.

Así pase tantos años de mi vida, justificando lo injustificable, con esa supuesta enfermedad. Hasta conocer a 'X' y bueno, el resto ya lo he contado tantas veces por aquí que no tendría sentido volver a ponerlo. De todas formas darme cuenta de lo que era, darme cuenta de lo que sentía me sumió en una gran depresión. Imaginaros, llevo desde siempre escuchando a mi padre vociferar insultos contra aquellos que siempre son como yo, felicitando al gobierno de mi país por lo bien que lleva esa plaga, el método de mi país es mandarlos todos a la horca y publicitarlo como si fuese un espectáculo circense o bien los hacen desaparecer sin más.

Miles de jóvenes de mi edad han muerto. Yo tuve la suerte de huir, pero cuantos padecen lo mismo que yo, cuantos eligen entre la vida y la libertad, cuantos serán encarcelados en una vida sin sentido, cuantos serán colgados por decidir ser quienes son.

Y cuantas veces en el metro, o en lo alto de algún edificio, o en mitad de la calle, me habré dicho 'Qué fácil sería dar un paso y acabar con todo' y hoy en día lo sigo pensando. Y quien sabe tal vez algún día acabe por hacerlo.

Si tengo razon cuando digo que Almodovar me debe una de sus película, que mejor argumento para uno de sus guiones que la de un inmigrante, musulman y gay¿?

Y una vez más, gracias, por leer la vida de un joven demente, que en la soledad de su cuarto, escribe para unos cuantos desconocidos.

Lna.


Hoy va por vosotros hermanos.

'' Vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el amor
aunque la violencia se practica a plena luz del día. ''