domingo, 8 de enero de 2012

Los cuadros de Julio.

Una noche de invierno, apareció en mi vida con ese extraño gorro negro en la cabeza, con su destartalada bufanda y sus zapatos de cuero. Julio me mato para hacerme renacer de la nada y en la nada me quede. Y antes de partir, antes de darme esa estocada mortal y olvidarse de mi nombre, después de tantas tardes malgastadas, que ahora solo son recordadas en mi angustiada memoria, me dejo dos simples cuadros, como la marca que se le hace a toda res del ganado. Y esos dos cuadros, el ángel y la dama de la espada, siguen colgadas en las frías paredes de este oscuro santuario, vigilando cada uno de mis pasos, recordándome que debo desconfiar de la humanidad, con sus alas torcidas me evocan la fragilidad de mi alma y con esa espada quebradiza alzada hacia el infinito del cielo me hacen saber que no podre luchar eternamente. Que toda espada acaba rompiéndose.

Volví a ver al profeta, dos veces más. Si alguno se pregunta que qué paso, la respuesta es obvia... volvieron a decirme que no. Pero sigo sin poderme alejar de él. Ese profeta, ser extraño surgido de las profundidades de una extraña red social, es alguien especial. Me hubiese dado cuenta incluso de haberme encontrado en otras circunstancias. Tiene algo que me reconforta, que lo apacigua todo... al igual que la farola que alumbra todas las noches esta siniestra estancia. Una luz que extraño cuando se apaga.

Se que debo de dejar de sentir esto o lo que siento acabará conmigo. Lo intento y por ahora lo llevo bien, es ya una tradición reprimir todos estos sentimientos, lanzarlos al vació de mi mente y no volver a recuperarlos nunca más. Y si lo hago, si hago este soberano esfuerzo que me consume y agota tanto, una vez más, es porque no me puedo permitir el lujo de perderle. No es como los demás, no es como David, ni como Alejandro, ni como Julio. Se que siempre digo lo mismo, pero esta vez hay algo dentro de mi, que si con ellos me gritaba 'MARCHATE' con él me susurra 'quedate...'.

Temo. Le temo mucho. Me sobrecoge la idea de que un día se olvide de mi, como han hecho todos. Temo que abandone el recuerdo de esos días y vuelvan a ser únicamente propiedad de mi memoria. Me espanta el olvido. No quiero hacerme a la idea de que algún día vea que realmente no soy nada o se canse de todo esto y que en absoluto silencio, tal como llego, se marche, dejando un rastro de espanto y soledad. Hay algo dentro de mi que sigue confiando en él después de todo. Algo que me dice que él es distinto, que él si durará, que no soy algo pasajero, que finalmente se convertirá en alguien en el que poder confiar.

Pero esa voz me ha repetido eso tantas veces que ya...

Mientras tanto Ana sigue esperando su triunfal regreso a las ruinas de mi destrozado cuerpo. La emperatriz de marfil sentada en su dulce trono de huesos, sonríe esperanzadora porque sabe que tarde o temprano lo conseguirá, que solo falta un soplo, una brisa, un silencio, que desmorone mi alma y con ello su vuelta triunfal a su añorada tierra, donde volverá a acuchillar un espíritu cada vez más desecho, que titubeante clama por un poco de compasión ante el vendaval que le sacude.

Y ahí siguen, el ángel y la dama, posados sobre la ventana, mirándome con sus tenebrosos ojos, recordándome eso tan horrendo, tan repulsivo e inhumano, que hay en mi y me es imposible de ver pero que les desagrada tanto. Recordándome continuamente lo oscuro de la miseria humana y lo débil de la condición de mi alma.

Se que mientras Julio pintaba esos cuadros, pensó en mi.

Un ser con las alas rotas y una espada quebrada...


'' Y el impávido cuervo osado aún sigue, sigue posado,
en el pálido busto de Palas que hay encima del portal. ''