viernes, 26 de abril de 2013

Eremita.

No es costumbre que nadie nazca con unos ojos tan verdes, ni un pelo tan rojo, ni un alma tan curtida en esta yerma tierra, pero así fue. Era uno de esos incómodos días de Octubre en donde las nubes cargadas de iracundas gotas sitiaban el cielo de la urbe, mientras esperábamos impaciente que soltasen todo su devastador tonelaje. Y la primera gota la hizo gritar y todas las nubes acobardadas ante esa masa de piel, sangre y polvo que se avecinaba, huyeron en bandada para no volver.

La vi nacer. Yo tampoco era más grande que la mochila que llevaba Alí todo los días al colegio, pero recuerdo demasiadas cosas de aquel día, como esa incesante procesión de regalos, flores y globos que tanto extenuaban a su madre, mientras ella con ese aire de soberbia, con los ojos abiertos de par en par, se dedicaba a mirar y a juzgar a todas aquellas almas que hubiesen osado enturbiar su paz y el de los brazos que la acunaban. 

Alí dice que nunca la vio llorar, que todo lo solucionaba a base gritos, aunque estos fuesen mudos. Cuando estaba cabreada te miraba, fijaba su vista en tu misera pupila y podías ver esa alma victoriosa en mil batallas y todas esas fieras que encadenadas en esa espiral de llamas estaban a punto de asediarte, de desgarrarte, de acabar con tu misera existencia. No había quien la dijese nada, ni aquel barbudo osó exigirla que se pusiera el velo.

Era curioso verla arrastrar esa falda con esa desidia, con esa desgana e insolencia, sin zapatos, sin pañuelo, viendo como ondeaba su pelo al viento. Cuando el invierno acababa y el fulgor volvía a asolar la ciudad, jurabas verla arder. A cada paso hacia más desierto, el desierto. Decían que era una bruja, una enviada de Satán, que nadie que naciese con el pelo tan rojo y unos ojos tan verdes podía ser humana.

Pero toda mujer crece, toda, por muy rojo que tenga el pelo, por muy verdes que sean sus ojos y por muy indómita que sea su alma y cuando creces, de esa yerma tierra brotan inmensas florestas de barrotes.Yo me fui, mucho antes de que esto pasará, pero Alí lo escribió en una carta que deje que su pelo devorará. Un día la quisieron casar. No era un gran hombre, uno de esos paletos que se dedican a dejarse barba y a rezar sus cinco oraciones diarias. No sabia más de aquello que le habían contado los hayyis del pueblo, ni siquiera sabia leer y le querían casar con la mismísima Leviatán. Pensé que nunca abandonaría el desierto, pensé que sus pies se habían anclado a esas dunas que tanto visitaba, que su alma la pertenecía a la Luna de tanto mirarla y que su aliento era uno con la brisa vespertina. El abuelo siempre decía que nosotros no somos hijos de nadie, que ninguna tierra jamás será la nuestra, que somos los eternos errantes. Pensaba, cada vez que la veía una con el polvo, que esta vez se equivocaba. Iluso de mi...

Se llevo la única mula de la abuela. Fue una noche en la que la dunas se aplanaron, en la que la brisa se marchito de añoranza y la luna azarosa se escondió y no volvió a salir. Los hayyis siguieron la estela de los cascos, hasta que decidieron que la arena la había devorado. No se supo mas de aquella cuyos ojos terminaron con el poder de los hombres. A veces me la imagino, vagando por Lot, lejos de la tumba del santo y de la temible ciudad del polvo, despidiéndose de cada grano arena, de cada mota de polvo, de cada insecto y palmera y me pregunto si fueron sus lágrimas las que tras tantos años devolvieron de nuevo la lluvia a la ciudad.



"Ella dice que deberían llegar a vivir como lo hacen, 
con el cuerpo cansado en un desierto"

domingo, 7 de abril de 2013

ibn Caín.

Soy el hijo de Caín, el hijo del eminente asesino. 

Soy el heredero de su marca, soy la piel morena de su pecado, soy el heredero de su cruel castigo:

- Criarle en el desierto y que su marca se extienda a medida que su alma muera - Cubierto estoy de polvo de las dunas y del olor de los oasis. Cubierto estoy de la muerte del camello y de la siniestra sonrisa del padre.

- Casarle con una mujer y que su marca se extienda a su descendencia - No hay mujer, no hay hijos, no hay herederos,ni primogénitos. Fui el fin de Caín y de su marca, conmigo acaba la estirpe, conmigo termina su cruel expiación. La del alma pía no tuvo tanta suerte, su destino era la rojiza luz del oriente poniéndose y no el óbito de sus ojos verdes.

- Sacrifica tu más amado tesoro a tú único Dios - y él me sacrifico a mí. Soy el hijo de Caín, el hombre que asesino a su hijo en pos de su verdadero señor. Soy el cadáver del inmundo hijo de Caín, el de la piel morena y el de los huesos flacos, el de la mirada perdida y los pies rotos. Soy el hijo de Caín y soy la muerte del primer mensajero.

- Vaga perdido por el mundo y vuélvete loco entre ridículas visiones - soy un crío que vio su mirada de asesino. Soy un crío que vio sus crueles manos actuar, sus ojos de locos, sus ensoñaciones de palmeras en mitad del desierto, de mujeres con velo y de hombres colgados bajo la sombra de la negra Kaaba, su tawaf a lo imposible, su reunión con su inhumano Dios, sus golpes, sus gritos. Soy el hijo de Caín y he visto la crueldad de los hombres.

- Fallece solo - soy el heredero de su destino, soy el peor de los hombres y he aquí mi peor castigo. Ni la soledad del padre, ni la muerte del hijo, ni los pies quemados del desierto, ni las lagrimas de yagas en las entrañas, ni sus ojos de jade rotos, he aquí mi peor sino. La crueldad de su Dios no conoce la paz, ni de los hombres de mi vida, crujiendo las frágiles tablas de la cordura.

- Y al final de todo ¿Quién se acordara de ti? - de la marca de Caín solo quedar el polvo, el polvo negro de la roca de Abraham. Y viviré eternamente en el viento, desconocido, ausente, nunca querido, ni recordado. Estaré en la luz del amanecer de todas aquellas camas, medio desechas, dónde dos desconocidos se dan calor en su terrible soledad; estaré en el viento de la noche, reflejado por los neones que iluminen las estrechas calles llenas de hombres ausentes, veré su mirada perdida, sus ojos de nada y su tierna alma quebrada; estaré en los últimos rayos del atardecer, vigilando el mirador del templo, cuándo otros hermanos de raza arrodillados ante la terrible ciudad, supliquen a sus temibles dioses, vehemencia una vez más. 

Veré nacer a otro hijo de Caín, otro crió sin patria, otro con los huesos quebrados,otro con la infancia robada, otro con los estragos de la marca, otro con la locura y este cruel vació en los ojos. 

Veré como el ciclo se repite, como siempre se ha repetido, como cada noche, cada tarde y cada día, nace un nuevo e infausto, hijo de Caín.



"В томленьях грусти безнадежной"