viernes, 16 de mayo de 2014

Huracán.

Hoy he vuelto a esta tierra de nadie. 

Hoy he vuelto porque al girar el pomo, me he encontrado algo nuevo, algo viejo. Un simple e inmenso huracán. Tal vez siempre estuvo ahí, forjándose desde mi mas tierna infancia, viéndome vivir, creciendo con mis pesares, glorificándose con mis derrotas. Tal vez por ello todos mis recuerdos tienen siempre ese matiz tan gris.

Compruebo como todo se funde en su colosal seno, cómo el huracán acaba con todos y con todo. No queda nada, tan solo un inmenso desierto de sal, tierra y agua tras su paso. Veo como todo se vuelve en mil pedazos y se reconstruye ante esa mole de aire, que parece carcajearse de mi en cada batida.

Pero nunca llega, solo gira y gira alrededor mía, sin ni siquiera contemplarse acabar conmigo. Le resultará mas gratificante fijar su mirada en mi atónita cara, al observar como acaba con todo recuerdo, toda vida, todo amor.

Yo seguiré consumiéndome durante lustros, hasta que tal vez, algún día hastiado de confinarme entre sus etéreos barrotes, decida dar un paso fuera del cuarto y luego otro y luego otro y luego otro... y me sumerja en su manto y me funda con la memoria de todos aquellos a los que he amado.

Esta noche a un paso del inmenso huracán vuelvo a ser un hijo de Caín, siempre solo, siempre frió, siempre doliente. Y siempre con ese mismo rezo: que el viento barra mis penas, que el hielo amanse mis dolores, que el fuego queme mis recuerdos y que de la tierra, algún día, brote algo nuevo, algo bueno.




"Mira sus ojos. No sabe reír".

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